En el año 2011, la economía vasca volvió a ofrecer una imagen de profunda debilidad, al aumentar su PIB real tan solo un 0,6%, una cifra ligeramente superior a la del año anterior pero alejada de los valores previos a la crisis. Por tercer año consecutivo, todo el crecimiento de la economía vasca se consiguió a través de un favorable saldo exterior. Así, frente a una ligera caída de la demanda interna, la aportación del saldo exterior alcanzó las siete décimas. Una vez más, la demanda de productos vascos procedente del exterior permitió que las empresas industriales vascas aumentasen su valor añadido, aunque todavía en niveles sensiblemente inferiores a los alcanzados en los años previos a la crisis. La debilidad del mercado español, que continúa siendo el de mayor importancia para Euskadi, impidió una recuperación del sector más completa.